lunes, 13 de julio de 2009

Focos

Miradme todos. Miradme con máxima atención. Yo. Soy yo. Aquí estoy, delante de vosotros. Contempladme, escuchadme, seguidme. Vuestra presencia me colma, vuestros aplausos me llenan.

Sí, me llenan, porque estoy vacío. De puertas para dentro soy caverna, bodega, galería, agujero. Brillo, pero soy hueco. Un diamante y una oquedad.

Tú tampoco tienes nada dentro, ni tú, ni tú, ni tampoco tú... Por eso me miráis como si yo sí que lo tuviera. Tú estás relleno de vísceras y fluidos, como un pastel de carne inglés. Yo no soy muy diferente: sudo, como y defeco exactamente como tú, tengo intestinos, corazón, pulmones, hígado y riñones dentro del tronco.

En esta ceremonia de adoración, el que más gana eres tú, hipócrita espectador. Impones coronas y eriges tronos a sabiendas de que todos los colosos tienen pies de barro, del mismo barro del que estás hecho tú. Repites los elogios, y cuando el Rey los cree, ingenuo de él, la trampa se termina por cerrar: el admirador se anula en el esplendor de la estrella y la estrella olvida que su estatura se sustenta en la misma tierra de que están hechos sus adoradores, de la misma tierra que ellos quieren olvidar.

Y el hechizo se mantiene para muchos hasta que el polvo vuelve al polvo. Another One Bites the Dust...








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